El bien común

Terminó la conferencia de prensa y apagamos la tele. Mi esposa seguía viendo la pantalla con la mirada fija y en silencio. Los niños jugaban en el piso ajenos a todo. Mi teléfono empezó a vibrar y sonar por todos los mensajes que llegaban, sobre todo de mi grupo de alumnos de “Ética” que, curiosamente, mañana tenía programada la clase de “el bien común”.

Esta materia es de esas obligatorias de tronco común con alumnos de varias carreras que la hacían muy intensa y entretenida, también porque eran un grupo muy participativo y los debates se ponían muy buenos. El tema de la última clase fue la vacuna y aunque no llegamos a un acuerdo, pienso que el debate les sirvió mucho, sobre todo porque debían llegar bien informados para sustentar sus argumentos. Ya con eso me conformaba.

Eso estaba pensando cuando mi esposa me tocó el hombro y me peguntó, “¿y ahora qué?”.

No sé si es correcto que lo diga, pero esa noche dormí muy bien. Fue extraño que en medio del caos que provocó la conferencia de prensa mi mente se calmara y comenzara a sentir una paz interior que hace tiempo no tenía. Apagué mi teléfono, cenamos, acostamos a los niños, me di un buen baño, luego a la cama, abracé a mi esposa y así desperté.

Camino a la universidad pensaba en cómo integrar el “Acuerdo de los 12” a la clase, no porque fuera difícil, al contrario, era muchísima información y valía la pena incluirla toda, aunque me llevara varias sesiones. Cuando llegué el salón era un hervidero, ya estaba lleno y parecía que todos gritaban al mismo tiempo. Me vieron entrar y ahora enfocaron su histeria y sus preguntas hacia mí.

Entré al salón y casi gritando les dije, “calma jóvenes, vamos a tranquilizarnos y siéntense por favor para iniciar la clase, si alguien tiene una pregunta que levante la mano”. Todos lo hicieron. “Ok, acepto sus preguntas sólo si las enfocan al tema de hoy. Tenemos dos horas, así que yo creo que nos da tiempo de ver lo más importante y qué relación tiene con lo que pasó ayer. Son doce puntos, así que vamos a hacer el mismo número de equipos y cada uno analizará su relación con el bien común. De esta manera cubrimos el tema y nos ayudamos a despejar dudas”.

La dinámica fue un desastre, simplemente no podía controlarlos, estaban demasiado espantados o exaltados o bloqueados. Intenté otra cosa. “A ver grupo, entiendo cómo se sienten, pero tenemos que encontrarle sentido a todo esto. Yo haré las preguntas y ustedes las contestan, ¿ok? Esperando que se vayan de mi clase más calmados y sabiendo a dónde enfocar su energía. Primera pregunta, ¿ustedes creen que los 12 puntos tienen relación con el bien común?”.

“Pero profe ¿qué es el bien común?, ¿quién lo determina y con base en qué principios?”, preguntó Josefina, de las más comprometidas en mi clase. “Sí tienen relación desde la visión de los empresarios que los propusieron, pero no los consultaron con nadie, entonces eso le quita validez”.

“Estoy de acuerdo Chepina”, así le decíamos de cariño, “todo depende de a quién le preguntes. Seguramente Hitler actuó pensando en su perspectiva del bien común o Gandhi o Eva Perón”.

“Si, lo primero que tendríamos que hacer es definir el bien común, poner las bases y a partir de ahí se determina que sí y que no entra”, dijo Pepe, un estudiante de ingeniería.

De ahí se siguió Rebeca, “híjole, pero, por ejemplo, con todo esto de la vacunación obligatoria unos dicen que es por el bien común y otros que se pierden derechos, como el de la libertad, que seguro lo pondríamos como uno de los principios del bien común ¿no?” Punto para Rebeca.

Toma la palabra María, una alumna de Filosofía que siempre nos deja pensando por lo profundo de sus aportes, “profe, yo pienso que el bien común es una utopía, algo imposible por la diversidad de intereses o preocupaciones que tiene la gente. Lo que para uno si para el otro no y por eso creo que estos empresarios tomaron la iniciativa, habrán pensado que podemos seguir discutiendo décadas sobre el cambio climático sin avanzar gran cosa mientras nos carga el payaso. Entonces le apuestan a parar la economía y rediseñar todo”.

Tratando de avanzar les digo, “bien, muy interesante todo lo que dicen. Sobre esto último mi siguiente pregunta es ¿qué piensan de lo que plantea la economista Kate Raworth en su “degrowth donut”?

Después de casi saltar de su asiento, Pedro comenta, “prof, no es muy justa creo yo. Ahorita con todo eso del cambio climático se habla mucho de economía circular, agroecología y sobretodo de esto del decrecimiento económico, o sea, olvidarnos del producto interno bruto y manejar otros indicadores que busquen no sólo el bienestar económico sino también el social y el ambiental”.

- ¿Y cuál es tu punto y qué tiene que ver con el bien común?

“Bueno, que a primera vista pareciera que bajarle el ritmo a la economía y darle tiempo y espacio al planeta para que se recupere es bueno para todos, pero no es así porque depende del país donde vivas. Si estás en Suecia, Australia o Canadá lo verás con buenos ojos porque tienes un nivel de vida súper privilegiado y sin mucho problema le podrías bajar el ritmo y adaptarte, pero si vives en Haití, Nepal o Burundi la cosa cambia mucho porque quieres mejorar tu nivel de vida. De hecho, aspiras a vivir como lo hace el primer mundo. Por eso pienso que el decrecimiento económico debe venir condicionado, por ejemplo, con un reparto equitativo del bienestar para todos o la reparación de los daños ambientales causados por los países ricos en los países pobres o el respeto de lo que cada país considera mejor para su población”.

- Lo que planteas me gusta porque nos puede dar la pauta para establecer las reglas para definir el bien común, que cada concepto que incluyamos en el bien común venga con sus condiciones. Por ejemplo, el derecho y la defensa de la vida acotado a la libertad individual de no seguir viviendo si ya no quiero o el derecho a decidir sobre mi cuerpo, ¿cómo ven?

Justo cuando terminaba la clase se asoma por la puerta un colega para decirme que hay una persona esperándome en recepción, una periodista al parecer. El día seguía poniéndose raro.

Doy por terminada la sesión, más preguntas, todos arremolinados alrededor de mi escritorio. Como puedo y gritando deja tarea para la siguiente semana y cual estrella de rock salgo del salón casi corriendo a la recepción.

Llego y veo a una señora sentada en el sillón completamente absorta leyendo un libro, cosa rara en estos tiempos digitales. Supuse que era la periodista porque no había nadie más y también porque tenía una libreta a su lado con anotaciones. Me acerqué, nos presentamos y me confirmó que era ella quien me esperaba.

- Buenos días y mucho gusto, pero antes de que me explique qué hace aquí me gustaría saber qué está leyendo que la tiene tan entretenida.

- Si caray, ya me enganché con este libro, es una mezcla de novela romántica con ciencia ficción. Ahorita estaba es la parte donde ella le dice a él que han coincido en otras vidas y que por eso están destinados a estar juntos, él no le cree y hasta se espanta, pero entonces ella le explica que han reencarnado varias veces en el pasado y en futuro, aunque no lo recuerde, que sólo puede ayudarle a recordar si se deja guiar por ella a través de la meditación.

- ¿Reencarnar en el futuro? ¿Es posible? No lo había escuchado antes, o sea, no es que crea en esto de las vidas pasadas, pero creí que eran eso, el pasado.

- Sí, ¿está muy loco verdad?, pero en este contexto el tiempo y el espacio no existen como los concebimos nosotros en este momento y lugar, sino como algo más orgánico, sin principio ni final. Imagine que todo está presente todo el tiempo, el pasado, el futuro y que no existen las distancias, usted puede ir a donde quiera cuando quiera. Para organizar este aparente caos existen las dimensiones y usted, o más bien su alma, vive o ha vivido en diferentes dimensiones a lo largo de su existencia. Eso que llamamos “vidas”.

- Ya veo porque está enganchada a este libro, aunque me cuesta trabajo entenderlo así de pronto.

- Se pone mejor porque ella le sigue explicando que nuestras almas pueden vivir varias vidas de manera simultánea en diferentes lugares y tiempos. De ahí que exista la reencarnación en el futuro, o sea, en el futuro como lo conocemos tradicionalmente y que cuando dormimos los sueños con como ventanas a nuestras otras vidas que nos permiten verlas y sentirlas como si estuviéramos ahí.

- Espéreme tantito, ¿también se mete a eso de los sueños? Qué interesante.

- Yo sé, si quiere cuando lo termine se lo presto.

- Pero ¿cómo, nos vamos a ver más veces además de hoy?

- ¡Uy sí!, muchas yo creo por el motivo que me trajo aquí con usted.

- Okeeey…, eso me intriga más que su libro. ¿En que puedo ayudarle?

- Verá, hace unos meses usted publicó un artículo sobre el bien común, mi jefe lo leyó y le gustó mucho y ahora con todo esto del famoso “Acuerdo de los 12” me encargó que haga con usted una investigación o reportaje al respecto tan extensa como sea necesario para ayudarle a las personas a entender lo que está pasando, empezando conmigo misma. ¿Qué le parece?

- Qué curioso, precisamente ese fue el tema en mi clase de hoy.

- ¿Ah sí y cómo le fue?

- Bien por la participación del grupo, pero mal porque es demasiada información para digerir en tan poco tiempo y con tantas personas, espero que la siguiente clase podamos aterrizar algo, pero quién sabe, las cosas están sucediendo tan rápido que pronostico más preguntas que respuestas.

- Bueno, pues supongo que así estamos todos y por eso nos interesa mucho que colabore con nosotros, para tratar de ordenar las ideas y buscarle sentido a todo lo que está pasando, ¿cuándo cree que podamos empezar?

Me cayó muy bien esta señora, me recordó a una profesora que tuve en la universidad, así como ella, honesta, franca, de sonrisa amable y voz clara. Sin conocerla, ya había aceptado su propuesta desde que me explicó la trama de su libro. Ni modo que le dijera que no, además, antes que ella yo era el que necesitaba poner orden en mi cabeza y seguramente trabajar este proyecto me ayudaría a lograrlo.

Estaba por contestarle cuando, por el sistema de sonido de la universidad, avisan que viene el primer corte de energía eléctrica y que debemos evacuar las instalaciones en el transcurso de la siguiente hora.

“Acepto”, le contesté, “con una condición, que cuando terminemos el reportaje venga a mi clase para exponerle a mis alumnos los resultados”, sintiéndome muy satisfecho.

“Por supuesto que sí”, me contestó, “esperemos que para cuando eso suceda todavía tenga clase”, y me sonrió no sé si con ironía o ternura.


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Este escrito forma parte de una historia que se está creando sobre la marcha, los demás escritos los puedes leer en los siguientes vínculos si quieres entender mejor la trama completa:

01 / “Nunca se supo”

02 / “Dos para llevar”

03 / “La luna no existe”

04 / “El bien común”

05 / “¿Lista para el Covid-25?”

06 / "Que regresen los árboles"