¿A qué le tengo miedo?

“Everything you’ve ever wanted is on the other side of fear.” 
- George Addair

(Todo lo que siempre has querido está al otro lado del miedo).


¡Zas!, de las muchas frases sobre el tema, esta es de las mejores. Cuando empecé este artículo no me imaginé que el tema fuera con complejo y amplio, o sea, todo el tiempo te andan diciendo que enfrentes tus miedos, que tienes que vencerlos para triunfar y yo mismo ando pregonando que tus miedos son el camino. Pero a todo esto ¿qué es el miedo?, bueno, de eso lo que quiero platicar hoy, y claro, es sólo mi opinión, no soy psicólogo o miedólogo pero sí sé esto: todos los tenemos y según las circunstancias, te liberan o te encadenan. Deja te cuento cómo me surgió esta inquietud.

De mis tres hijos, la menor, de cuatro años, me ha hecho vivir la paternidad de una manera muy particular porque ha sido muy diferente criar un hijo en los cuarentas que en los veintes y treintas, primero porque decidí pasar más tiempo con ella y mi esposa, y segundo porque ya sé lo que viene, entonces mi paciencia ha crecido proporcionalmente al gozo. Verla tan chiquita, creciendo y llena de energía, con la mente, el corazón y el alma llenándose de lo que vive cada día me hace sentir una gran ternura por lo dependiente que es de su mamá, de sus hermanos y de mí. El punto es este: cuando nacemos, nuestra mente, emociones y espíritu están en blanco, bueno casi, algo recibimos en los genes y quizá también desde el vientre de nuestra madre, pero lo bueno empieza en el nacimiento. Los expertos dicen que los primeros años de vida son los que nos forman como personas y será precisamente porque, por decirlo de una manera, nuestro disco duro se está llenando, todo es nuevo y (aquí viene algo muy importante) lo primero que almacenamos tiene la preferencia como moldeador de nuestro carácter. También dicen que, entre más viejos, más reacios a desaprender, reaprender o aprender nos volvemos. Digamos que el espacio en disco escasea y reprogramarnos cuesta más trabajo que empezar desde cero. Todo esto lo pienso mientras veo a mi hija todos los días y me asombra la manera de cómo nuestros miedos van entrando en nuestra vida.

La lista es larga de veras y muy variada, hay miedos y fobias para todo lo que se te ocurra y hasta para lo que no, y a mí, como emprendedor, me llaman mucho la atención porque nos impiden desarrollar nuestro potencial. A esto quiero llegar: tú no eras así, de verdad, hubo un tiempo en el que todo era posible, no había limites porque nadie te había dicho que existían, fuiste creciendo y adaptándote al entorno, por las buenas o las malas, aprendiste o te enseñaron cualquier cantidad de normas, clichés, paradigmas, que, en el mejor de los casos, eran “por tu propio bien”, pero…, empiezan a surgir los “peros”.

No te enojes, no es tu culpa, todo te lo inculcaron (con o sin intención) y hoy eres el resultado, la cuestión es que ya te diste cuenta y ahora te toca a ti “resetearte”. Lo primero que tienes que hacer es conocer tus miedos, imagínalos como personitas que viven dentro de ti y que de vez en vez toman el control. Recuerda ese momento en que estás a punto de perder el mando, como cuando alguien te cierra el paso e invade tu carril o cuando por unos segundos dudas entre sacar tu celular para entrar al “face” o hacerle plática a tu vecino en la cola o empiezas a sudar frío momentos antes de la presentación de tu proyecto o estás a punto de romper tu dieta por enésima vez, piensa que no eres tú sino alguien más que te está amargando el día. Este paso es crucial, conocer tus temores e identificar ese momento clave en que te quieren dominar. Reconocerlos te permitirá pasar al siguiente nivel: aceptarlos.

Esto es todo un reto, pero muy necesario porque la aceptación es parte de la cura. Ni modos, ya eres un neuras o un procastinador o un antisocial, acéptalo como parte de ti, pero no de tu esencia, tú en el origen eres todo amable, enfocado y carismático nada más que dejaste entrar estos entes y les cediste la dirección. Yo los llamo “demonios”, unos seres pispiretos y traviesos que juegan con mis pensamientos y mis emociones cuando se les da la gana y me agarran de bajada. Ya sé que nunca se van a ir y tengo que aprender a vivir y negociar con ellos, todo para que pueda recuperar el mando. Es como cuando te dicen que nunca de los nuncas hables cuando estás enca…britado, más bien cierras la boca, cuentas hasta cinco, respiras hondo y dices solemnemente que compartirás tu opinión cuando estés calmado.

Para mí, es un poco irónico porque el objetivo es lograr que regreses a ese estado original de recién nacido, deshacer esos nudos mentales o emocionales para rediseñarte, convertirte en tu persona ideal y vivir la vida que deseas. Se dice fácil yo sé, pero es vital no culparte, de verdad, pasa la hoja, perdona a quien tengas que perdonar y empieza a trabajar en ti. Un día (y un perdón) a la vez como dicen los AA.

No estoy seguro de si todo lo que quiero esté detrás de mis miedos, pero lo que si he aprendido es a seguirlos, como una luz lejana a la que tengo que llegar. Por ejemplo, dos de mis miedos más fuertes son el conformismo y la obsolescencia. El primero es como no salir de la banca, o sea, quedarme de observador en la vida y no entrar a la cancha a jugar (¡y más en estos tiempos de tanta distracción!); quedarme en la comodidad y calidez de mi silla mientras el tiempo pasa, ¡qué miedo!, entonces ya lo sé y cada vez que me siento así me levanto y pido mi cambio para entrarle y tratar de meter algunos goles, o sea, hay que tomar la iniciativa y moverse. El segundo es convertirme en un inútil prescindible rebasado por la vida…, yo sé que lo único constante es el cambio y si me descuido (mientras me hago viejo) puedo bajar la intensidad y perder vivacidad; entonces, me prendo de nuevo, intento cosas nuevas, presto atención a los jóvenes, aprovecho mi veteranía para adaptarme y buscar aportar algo valioso a la vida de los demás.

Hoy, mis miedos delimitan mi zona de confort y está bien, no quiero ir por todos, con algunos no tengo problemas, pero hay otros canijos demonios que si quiero (necesito) reconocer, aceptar y controlar. No sé qué hay detrás de ellos, mi primer interés es regresar a ese estado de pureza que, como mi pequeña hija, tenía al empezar a vivir. Quiero pensar que eso le dará claridad y sentido a mi vida.


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