Vivir de ilusiones

En estos últimos meses de contingencia me metí de lleno a estudiar el tema de la sostenibilidad guiado por mi recién estrenado propósito en la vida. Ya les conté un poco del proceso y para mí fue toda una revelación porque estuvo ahí todo el tiempo. La cereza del pastel la puso una amiga hace unas semanas cuando me preguntó: “Gus, si todo en tu vida estuviera más o menos resuelto y tus negocios funcionando sin depender de ti, ¿qué te gustaría hacer?”, respondí casi en automático: “me iría al huerto con mis maíces, mis gallinas, mi composta y mis árboles”. No es que ya lo tenga, eso quiero, pero la rapidez de la respuesta me sorprendió. Díjeme: “¡claro!, eso es, el huerto”. Pero de inmediato me pregunté por qué respondí eso y la respuesta llegó otra vez clara y contundente: “porque quiero ser un protector del planeta”.

Se abrieron otras puertas y me surgieron mil dudas…, ¿qué significaba eso de ser “protector del planeta” y qué tiene que ver con diseñar y emprender (para los que no me conocen, soy diseñador y empresario). Después de seis cursos en línea (hay cuatro más en espera) y tres libros de los mega expertos ya le voy dando forma a mi propósito, sin embargo y quizá porque soy nuevo en esto, veo con claridad y alarma ciertos patrones que tenemos como especie. Me voy a concentrar en dos y luego les cuento de los demás.

El primero y más grave es nuestro alarmante antropocentrismo, o sea, para la humanidad todo gira en torno a ella, el planeta está a nuestra completa disposición y todo lo medimos o evaluamos poniéndonos en el centro de todas las discusiones; nada importa más que nuestro beneficio, comodidad, crecimiento económico, felicidad y demás indicadores creados a modo y con desmedido egoísmo. El segundo es consecuencia del primero porque, no sólo creamos una realidad alterna, sino que además nos la creemos completita, o sea, vivimos en una burbuja de ilusiones. La primera y más tierna de todas es pensar que tenemos el control (suelto carcajada). Sobran ejemplos que prueban lo contrario: terremotos, glaciaciones, huracanes, sequías, lluvias torrenciales, cambios climáticos, epidemias, meteoritos o tormentas solares por mencionar sólo algunos. Como dice la canción: “Allí donde todo lo puedo, donde no hay imposibles. Que me importa vivir de ilusiones si así soy feliz”.

Hasta donde he llegado pienso que la gran decisión que deberíamos tomar y seguimos evadiendo es salirnos en serio del centro de atención y aceptarnos como un habitante más en el planeta, cederle el mando (que de hecho ya tiene) a la Madre Tierra y verla como un ser autónomo, vivo y autorregulado. De nada sirve el crecimiento económico a costa de un planeta sucio, enfermo, envenenado e inhabitable. Dejar el antropocentrismo y tomar el ecocentrismo lo cambiaría todo, empezando por aceptar nuestro lugar en el mundo y el universo, ser un huésped más en la Tierra con los mismos derechos, pero más obligaciones por nuestra inteligencia, que deberíamos usar como la hermana o el hermano mayor de la familia terrícola y no como el caprichoso, maleducado, ruin e inmaduro adolescente que somos actualmente.

También he aprendido que “sostenible” es encontrar el balance entre economía, sociedad y naturaleza y que hay (afortunadamente) desde hace varios años, mucha gente, instituciones, empresas y gobiernos trabajando sobre esa línea, lo cual debería ser una responsabilidad colectiva y por eso ya creo que todos, antes que nada y de manera urgente, deberíamos ser protectores del planeta. Luego les cuento cómo estoy integrando esta idea con el diseño y las micro empresas porque sigo aprendiendo y abriendo puertas, pero por lo pronto sugiero que ya no vivamos de ilusiones, de veras, sólo nos aleja más del natural flujo de la vida y de la sabiduría de la Madre Naturaleza. Le cambio el título a la canción y en vez de apagar la luz, encendámosla, aunque no nos guste lo que veamos.



Publicado en el Blog de la UPP (Universidad Privada de la Península)
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