La palabra mágica
Mi esposa siempre se burla de mi porque dice que soy muy “exactito” con las palabras y tiene razón, pero es que me ayuda a poner en orden mis ideas y entender mejor todo. En este caso yo estaba pasando mi propio proceso de búsqueda y cambiar la palabra “sueño” por “propósito” fue toda la diferencia, la pieza faltante de mi rompecabezas personal.
Tengo una larga historia con los sueños que se intensificó en mi fallido paso por multinivel. Todo el tiempo nos decían: “¡el sueño genera energía!”, y en parte tenían razón, ayuda a despertar el entusiasmo y la ilusión de mejorar. Punto y aparte, además de amigos y mucho aprendizaje conservé esta idea desde entonces, pero pasaban los años y no me ayudaba a responder la pregunta más trascendental de la galaxia, al menos para mí: ¿cuál es mi sueño?
La vida continuó y en el camino me encontré a Dale Carnegie, Tim Brown, David Bornstein, Sir Ken Robinson, Maru Medina, Michael Gerber, Marie Forleo, Viktor Frankl, Eckhart Tolle, Simon SInek, Mike Michalowitz y Richard Branson que me ayudaron mucho e iluminaron el camino, pero la respuesta seguía evadiéndome, aunque la sentía cerca yo seguía atorado. La susodicha palabra “sueño” seguía ahí sin ser de mucha ayuda.
En eso estaba cuando llegó el momento mágico, creo que leía por tercera vez a Viktor Frankl cuando aparecieron las preguntas correctas. Ya no fue “¿cuál es mi sueño en la vida?” sino “¿qué le da sentido a mi vida?”. Nada mal, pero de ahí pasé a la siguiente y definitiva: “¿cuál es mi propósito en la vida?”. ¡Listo!, para mí, esa era LA pregunta.
Partiendo de lo que dice el diccionario y sumando mi propia experiencia, el “sueño” me quedaba corto porque lo sentía egoísta, intrascendente, caprichoso, fantasioso y sin impacto más allá de mi persona o mi familia, me gustaba la invitación a imaginarse o inspirarse o ilusionarse, pero me faltaba algo. En cambio, el “propósito” es un sueño, pero con sentido, que trasciende más allá de mí, que me señala un camino claro a seguir y me otorga la paz interior de tomar conciencia de mi lugar en el mundo y el universo.
Entendí también que no tenemos solo un propósito sino varios que van apareciendo y evolucionado conforme avanzamos en la vida y que, por eso, como afirman los sabios, la felicidad no está en el destino sino en el camino.
¿Qué te parece?, todo esto sólo por cambiar una palabra. Reafirmé mi obsesión y las ventajas de echarle ganas para encontrar las palabras adecuadas y hacer las preguntas correctas. Como dicen por ahí: la respuesta está en la pregunta.
Publicado en el Blog de la UPP (Universidad Privada de la Península)
(Ir a publicación original)
Tengo una larga historia con los sueños que se intensificó en mi fallido paso por multinivel. Todo el tiempo nos decían: “¡el sueño genera energía!”, y en parte tenían razón, ayuda a despertar el entusiasmo y la ilusión de mejorar. Punto y aparte, además de amigos y mucho aprendizaje conservé esta idea desde entonces, pero pasaban los años y no me ayudaba a responder la pregunta más trascendental de la galaxia, al menos para mí: ¿cuál es mi sueño?
La vida continuó y en el camino me encontré a Dale Carnegie, Tim Brown, David Bornstein, Sir Ken Robinson, Maru Medina, Michael Gerber, Marie Forleo, Viktor Frankl, Eckhart Tolle, Simon SInek, Mike Michalowitz y Richard Branson que me ayudaron mucho e iluminaron el camino, pero la respuesta seguía evadiéndome, aunque la sentía cerca yo seguía atorado. La susodicha palabra “sueño” seguía ahí sin ser de mucha ayuda.
En eso estaba cuando llegó el momento mágico, creo que leía por tercera vez a Viktor Frankl cuando aparecieron las preguntas correctas. Ya no fue “¿cuál es mi sueño en la vida?” sino “¿qué le da sentido a mi vida?”. Nada mal, pero de ahí pasé a la siguiente y definitiva: “¿cuál es mi propósito en la vida?”. ¡Listo!, para mí, esa era LA pregunta.
Partiendo de lo que dice el diccionario y sumando mi propia experiencia, el “sueño” me quedaba corto porque lo sentía egoísta, intrascendente, caprichoso, fantasioso y sin impacto más allá de mi persona o mi familia, me gustaba la invitación a imaginarse o inspirarse o ilusionarse, pero me faltaba algo. En cambio, el “propósito” es un sueño, pero con sentido, que trasciende más allá de mí, que me señala un camino claro a seguir y me otorga la paz interior de tomar conciencia de mi lugar en el mundo y el universo.
Entendí también que no tenemos solo un propósito sino varios que van apareciendo y evolucionado conforme avanzamos en la vida y que, por eso, como afirman los sabios, la felicidad no está en el destino sino en el camino.
¿Qué te parece?, todo esto sólo por cambiar una palabra. Reafirmé mi obsesión y las ventajas de echarle ganas para encontrar las palabras adecuadas y hacer las preguntas correctas. Como dicen por ahí: la respuesta está en la pregunta.
Publicado en el Blog de la UPP (Universidad Privada de la Península)
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